viernes, 12 de enero de 2007

Capitulo I

Luis Nicolás Laporte
Verano 2007


Moneda y Dinero. Definición y funciones. Recorrido histórico


”… Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y
de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que sólo estuvo el hombre”.

Gustav Flaubert.

A lo largo de la historia las sociedades evolucionaron sus formas de intercambio; así pues desde el intercambio directo conocido popularmente como trueque, hacia otras más complejas que combinaban la utilización de diversos elementos, para superar la limitación que supone encontrar exactamente lo que cada individuo desea de otro y que este último encuentre lo que a su vez necesita o desea en poder del primero; ya sea esto un producto, un servicio o conocimiento.

Así pues, desde la utilización de pepitas de oro a las que se le grababa a golpes de mazo la esfinge de alguna diosa como en la antigua Anatolia; discos y barras de oro, plata o hierro en el espacio comercial helo-etrusco que sé extendería luego a toda eurasia; varillas de hierro en África Occidental; grandes rocas en Yapp; conchas de moluscos en Polinesia; cuentas de vidrio en la India; almendras de cacao en Mezo América; trozos de piedras en África sudoriental; panes de sal en África Sahariana; cruces de Katangoo en el Congo; ajorcas de plata en África oriental; panes de té prensado en China; tablillas de barro cocido en las que se grababan transacciones en los valles mesopotámicos - a lo que algunos investigadores vinculan con el origen de la escritura-; pasando por una infinidad de objetos hasta llegar a los actuales billetes; la moneda ha sido y es un objeto de naturaleza dispar, ya que del estudio de distintas sociedades a lo largo de la historia hemos observado que varios pueblos han usado más de una moneda en forma simultánea. Moneda, es siguiendo esta línea argumental, puede ser cualquier cosa que sea aceptada libremente en un ámbito geográfico como medio de intercambio y de pago. En esa dirección ha trabajado más recientemente, el economista heterodoxo belga Bernard Lietaer, que ha definido a la moneda como un acuerdo entre miembros de una comunidad para aceptar algo como medio de pago.

La moneda, como objeto de intercambio, posee una serie de funciones informativas, regulativas, asociativas, simbólicas y políticas, además de las propiamente económicas, por el rol que ha cumplido y cumple en las sociedades a lo largo de la historia. También es posible asociarla a dispositivos psicológicos - sociales y culturales que establecen pautas para gobernar la confianza colectiva ya sea en su capacidad de desarrollar las funciones que le son atribuidas como propias, tales como la de adquirir bienes y servicios en una cierta medida, o bien las de aquellas, que provocan la caída de tal confianza en algunas circunstancias.

Determinar el rol de las diversas organizaciones y de las personas que la usan; como así también las representaciones de la moneda, de su origen y de sus funciones en la conciencia social; y su distribución en el seno de la sociedad serán algunos de los tópicos que trataremos de desarrollar a lo largo de este análisis.

Desde el campo de la numismática el dinero es toda moneda que circula sostenida por el peso de la ley, en cambio moneda es un objeto que puede o no circular con esa apoyatura.

Para la antropología el dinero es un objeto material que resulta útil exclusivamente para propósitos de intercambio, que tiene la pretensión de circular en forma indefinida entre los sujetos que lo usan, sin que por ello pierda el valor. Entre las principales inquietudes que esta ciencia tiene con respecto a la moneda y el dinero se destacan las razones que subyacen a su uso y limitaciones como asimismo las implicancias morales de su difusión. En todo caso es bien cierto que la moneda y el dinero adquieren una representación bifronte ya que puede ser usado para sojuzgar y empobrecer a las personas como lo han demostrado desde Aristóteles a Carlos Marx; o bien como un instrumento para facilitar la división del trabajo como lo ha sostenido Adam Smidt, y sobre estos temas hemos de hablar más adelante.

Los economistas clásicos, que poseen una visión contractual de las relaciones sociales, sostienen que una moneda no sería más que un medio que facilita la cancelación de los contratos en los mercados. Su función sería entonces, facilitar su acumulación de ahorros, la distribución de riquezas y un medio de pago para que se cumplan esos contratos. Es indistinto, para quienes sostienen este paradigma, que la moneda / dinero sea una barra de hierro, panes de sal, un hacha bipenne, oboloes sacrificiales, cuero de animales, sacos de granos de trigo, un papel moneda emitido por un banco central nacional, un bono comercial emitido por un banco privado, un bono de cancelación de deuda, una tarjeta prepaga de pulsos telefónicos, un abono mensual de pasajes en tren, ómnibus o subterráneo o un activo financiero cualquiera.

Tanto desde la sociología, como desde la economía se sostiene que los sistemas monetarios evolucionaron de formas simples a otras más complejas. Sin embargo, no es correcto –desde nuestra perspectiva- sostener esta afirmación en forma acrítica, ya que podemos comprobar desde la antigüedad la existencia de sistemas monetarios muy sencillos que coexistían con otros muy complejos, en tanto fue posible observar asimismo a lo largo de la historia sociedades que han utilizado en forma simultánea varias formas monetarias. El papel moneda y más recientemente el dinero electrónico serían las dos últimas ‘creaciones’ que han realizado los hombres en los últimos mil años sobre el dinero, y la masiva expansión de los mismos en estos momentos, es una novedosa plataforma para ampliar los límites del concepto del dinero y la moneda.

El acuerdo de reconocimiento de la moneda y del dinero puede estar encerrado en los usos y las costumbres construidas colectivamente por un conjunto societal, o bien ser una potestad estadual impuesta a todo el cuerpo societario por imperio de una ley que determina cual es el objeto mediante cuya cesión, un deudor se libera de la misma frente a su acreedor.

La economía atribuye una serie de funciones definidas a favor del dinero, - como reserva e indicador de valor, medio de intercambio, medio de pago, estándar de valor y unidad de cuenta -, y la lectura de todos los hechos han demostrado que las mismas tienen un límite, incluso en los centros industriales y financieros más desarrollados en los cuales estas funciones – según los exégetas de esa ciencia-, se habrían de presentar inalterables.

Las primeras formas de intercambio pre – monetal

En el mundo antiguo, la prosperidad de una comunidad estaba garantizada por la existencia de cuatro elementos: la posesión de la tierra para el cultivo y para el pastoreo de animales, bosques para procesar madera y canteras para bloques con los que construir el hábitat; el desarrollo urbano de los primeros asentamientos transformadas ahora en ciudades que luego se amurallarían para su defensa y en las cuales se construirían barracas establos y silos para el almacenamiento de productos, – ya sean cabezas de ganado, sacos de granos de cereales, vinos, aceites, especies, miel o cueros -; y que por último posean con la protección militar de un ejército para la defensa del territorio y la ciudad, al principio ese ejército estaba compuesto por los habitantes de la ciudad y sus esclavos luego sería mercenarios rentado. Estas primeras comunidades, asentadas en lo que podemos llamar el espacio del mediterráneo oriental, estuvieron caracterizadas por una marcada división política, social, económica y cultural. Si bien sabemos poco de la vida privada de estas poblaciones, han quedado importantes rastros de su vida política, religiosa y cultural. Estas comunidades estaban rígidamente estratificadas: en sima de la pirámide social se encontraba la realeza y la nobleza que mayoritariamente estaban compuestas por el clero de las distintas divinidades, – aunque en muchas de ellas el monarca era asimilado a la cabeza del culto o a la máxima deidad -, luego los comerciantes, debajo de estos los artesanos, en un escalón más abajo se ubicaban los labriegos y los criadores de ganado, por último fuera de los dispositivos societales los esclavos carentes de derechos y obligados al trabajo. Con el correr del tiempo en el seno de estas comunidades, asociada a la invención de la escritura se genero un importante desarrollo de lo que podemos llamar por no encontrar una mejor definición lo que podemos llamar “la cuestión urbana”. Del estudio de la evolución de estos asuntos podemos observar y en consecuencia afirmar que las mujeres ocupaban un lugar importantísimo en el ámbito social, esta aseveración se desprende de la profusa representación de mujeres en los frescos de los palacios, y del destacado rol que estas ocupaban en la vida religiosa.

A lo largo de los siglos, se observa en estas comunidades una serie de transformaciones políticas hacia regímenes marcadamente aristocráticos, que desplazaron del poder a las originarias monarquías y que luego fueron a su vez derrocadas por tiranos. En sus comienzos las aristocracias gubernativas eran cerradas núcleos hereditarios que se definían a sí mismo como “eupátridas”, - o sea “bien nacidos” -, lo que explicaba la situación de superioridad afirmada en el prestigio social, el status cultural, la preeminencia en los actos del culto religioso gentilicio y atávico; el elevado nivel económico basado en la posesión de tierras para el cultivo de cereales, viñedos, olivares y cría de ganados –especialmente el caballar -; la posesión de esclavos para el trabajo de las tierras y las tareas domésticas, la acumulación de metales preciosos –en especial oro y plata-; joyas y objetos de lujo aptos para los cultos religiosos como las hachas de doble filo o labrys, diversos tipos de armas de puño, calderos y trípodes.

La seguridad de las comunidades y sus núcleos dirigentes se lograba a partir del dominio de los espacios territoriales aptos para las actividades antes anunciadas y esta última premisa era una condición que permitía el desarrollo de un espacio para el intercambio de los productos locales con comerciantes de otras regiones que transportaban objetos de los carecían o bien pretendían obtener, como por ejemplo la seda que era producida en el extremo oriente.

Vamos a reiterar un concepto, en estas sociedades el trabajo manual estaba reservado a los esclavos y no era realizado por hombres libres, que en el peor de los casos practicaban el comercio y con estas modificaciones un desplazamiento de la mujer dentro de la estructura social.

Gracias a los aportes de la historia, la arqueología y la antropología hoy sabemos que los asentamientos humanos extendidos en el valle entre los ríos Tigris y Éufrates hacia el año 3.500 a.C, como los que estaban asentados en la cuenca del río Indo y en la del Nilo, llevaban el excedente de lo consumido en sus cosechas y algunos animales de sus rebaños a las ciudades para intercambiarlos por otros productos y de esta manera satisfacer sus necesidades. Estos productos eran depositados en silos, establos y barracas que dentro de las ciudades amuralladas formaban parte del conjunto de los templos y dependían de estos. Se pretendía de esta manera proteger lo producido, - en un ámbito resguardado -, preservándolo de los extraños que asolaban las comarcas dedicados al pillaje, como de las inclemencias del tiempo y de los animales salvajes; ya que parte de estos productos eran destinados al consumo de los habitantes de la ciudad.

A través de un rudimentario pero riguroso sistema contable los productores entregaban una parte de los bienes producidos para su custodia en los almacenes, silos y establos que formaban parte del conjunto del templo para su posterior intercambio por otros productos, ofrendando una parte de ellos a las divinidades en las que creían.

A su vez los sacerdotes, que además de sus tareas vinculadas al culto habían desarrollado una sólida burocracia que controlaba la producción del territorio, se encargaban del almacenamiento de los productos en las dependencias del templo, para ello confeccionaban unas de fichas de barro cocido en las que detallaban la cantidad de cabezas de ganado, sacas de grano o productos correspondiente a cada persona, la cantidad que ingresaba en los silos o almacenes del templo para su acopio y que cantidad de la misma que era entregada como ofrenda para el culto de las divinidades.

Cuando los productores requerían algún producto de los que allí se almacenaban, se realizaba una transacción inversa.

Por cada tiempo de almacenaje, los encargados de los silos y barracas, es decir los sacerdotes o sus asistentes, descontaban una cierta cantidad de estas en función de la depredación que sufrían los granos, ya sea por que se pudrían, o bien por que eran consumidos por roedores, en tanto otras eran imputados a los gastos de manutención de estos depósitos el templo y sus sacerdotes.

De esta manera se registraba, a través de rudimentarios pero detallados “asientos contables”, la cantidad de mercadería consignada, que a modo de constancia era confeccionada y entregada a los productores de las mismas. Estas constancias, eran un instrumento abstracto que sólo tenía valor en función de mercancías realmente existente, conservada y acumulada en los almacenes y silos que dependían del templo. Es decir que el almacenamiento y cada intercambio comercial en las primitivas culturas mesopotámicas dejaban un “rastro jurídico – contable” primero bajo la forma de tablas de barro y más adelante en el tiempo en forma de documentos escritos.

Con decurso de los años, este sistema relativamente simple pero eficaz muta hacia nuevas y más complejas formas con la aparición de monedas de oro, plata y de aleaciones nobles, que en principio serán acuñadas en los templos consagrados a diosas relacionadas con la madre tierra y la fecundidad. Este tipo de moneda, relacionado con divinidades femeninas permitiría a partir de su uso generalizado en el espacio geográfico del mar mediterráneo, con el transcurso del tiempo, que se amplié el horizonte de los intercambios comerciales.

Veremos y analizaremos más adelante, como a partir del pensamiento de Aristóteles, Hegel y de Marx después, podremos afirmar que la mercancía acumulada en los templos se convierte, por medio de las tablillas de barro cocido en mano de su tenedor en ‘moneda’ por su especial valor de uso y recibe finalmente su valor de cambio para el comercio, en tanto sirve como ‘moneda’. Las mercancías como valor de uso y como valor de cambio, es por esta última función tanto mercancía como dinero, ya que este último como medida de valor de cambio representa el tiempo de trabajo utilizado para generar un bien. Como valor de cambio cada mercancía es tan divisible como el tiempo de trabajo que representa. Las equivalencias de las mercancías son tan independientes de la divisibilidad de sus valores de cambio como indiferente es la suma de los valores de cambio de las mercancías a la variación que soportan los valores de usos de las mismas en refundición en una nueva mercancías. De esta manera queda establecido que producción de mercancías, su acumulación y posterior transformación en dinero están íntimamente ligadas en durante la antigüedad.

Las primeras monedas. Su relación con lo sexual, lo femenino y lo religioso. Don, sacrificio y violencia.

Desde hace más de veinte años y a partir del trabajo de Horst Kurnitzky[1] que relaciona la moneda con lo religioso y lo femenino, muchos otros estudios han profundizado ese pensamiento que es mayoritariamente aceptado en todos aquellos que estudian el fenómeno de lo monetal – ya sea académicos o legos -, y que en los últimos años insiste en relacionar la invención, difusión y uso de la moneda con lo femenino y lo religioso. Algunas de estas hipótesis, muy bien desarrolladas y profusamente documentadas por varios autores citados lo largo de este trabajo, serán tenidas en cuenta para explicar lo sucedido desde otra perspectiva como es la de la castración, en el plano de lo real y lo simbólico.

El hecho de que, en la base de los cultos religiosos que se practicaron en el espacio geográfico del mediterráneo se encuentre una deidad femenina; que el culto a la misma este atravesado por una forma de sacrifico humano como es la autocastración que era realizada por los sacerdotes de estas deidades; que en el templo de una de estas deidades fueron los mismos sacerdotes transexualizados los que acuñaron la primera “momisma” de la que se tiene noticia; que ese objeto “momisma” que representaba a una diosa fuera utilizado en un rito sacralizado de prueba de amistad entre aristócratas dedicados al comercio entre ciudades, como sustituto simbólico para el culto de esa y de otras diosas y como forma de pago de los favores sexuales a los padres de las jóvenes en Lidia. Estos hechos realizados sincrónicamente en un espacio geográfico acotado, – aunque luego muchos de ellos se sigan repitiendo en otras culturas -, denotan a mi entender en si mismos, un entramado de carácter libidinal de tal densidad que me impulsaron a investigar en esta línea. Las anudaciones de la moneda con la religión, el poder, el sacrificio, la entrega de regalos mutuos y diversas formas de pasiones como son la envida y el odio; y como esas anudaciones se siguen manifestando aún hoy en día, –inclusive dentro sistemas de intercambio monetal y no monetal -, será la hipótesis central sobre la que se desplegará este trabajo.

La historia nos demuestra que desde el paleolítico en adelante, los primeros asentamientos humanos estaban inmersos en mundos rituales en los que dominaba lo divino y lo mágico. Estos primeros asentamientos humanos encontraban el fundamento de su existencia, a través de su relación con la naturaleza, y en consecuencia sus prácticas religiosas estaban atravesadas por fenómenos naturales, - como la lluvia, el trueno, u objetos celestes-; algunos animales, y la tierra misma; los que eran incorporados a su cosmovisión del mundo como una forma de “aviso” o “señal” a favor o en contra de tal o cual actividad por ellos emprendida. Estos agrupamientos humanos no realizaban ningún acto sin consultar previamente a los dioses a través de la observación de algún fenómeno celeste; sacrificios rituales humanos de niños y vírgenes, sustituidos estos más tarde en el tiempo por el de ciertos animales que eran ingeridos en banquetes; la “interpretación” que sé hacia de las viseras de los mismos, el vuelo de los pájaros de parte de los augures, del oráculo, la magia, la adivinación y más tarde también el horóscopo. Ya fuera de carácter divino o de raíz mágica, estos clanes y tribus incluían diversas formas de sacrificios – entre ellas el humano -, como una práctica permanente para lograr el concurso de los dioses en sus actividades diarias y futuras. Así pues en la mayoría de los yacimientos arqueológicos descubiertos se han encontrado restos óseos tanto de humanos como de animales, que dan cuenta de ese tipo de sacrificio ritual, junto a representaciones femeninas, como la de Willendorf o las de tamaño natural que se encuentran en Anglés –sur- l´Anglin, con sus vulvas abiertas, son una clara muestra de esos ritos asociados a la fecundidad.

Los etnólogos no dudan en señalar que esas ofrendas estaban orientadas a encontrar repuestas frente a los fenómenos de la naturaleza como la lluvia, la sequía, la noche o la luz, las heladas, la fertilidad de sus mujeres y las actividades relacionadas con la caza y la pesca. Durante el neolítico, la aparición de formas de cultivo agrícola modificó radicalmente la religión y los cultos de los hombres. En todas las culturas de ese período prosiguió el culto a las diosas de la fecundidad, ya documentadas por medio de las estatuillas del paleolítico, así pues la figura central en todas las mitologías y cultos fue la generosa Diosa Tierra, como madre de todos los seres vivos, mantenedora de la vida y receptora de los muertos para su ulterior renacimiento.

En el primer período de culto, - quizá alrededor del 7500 a.C. en el Levante -, tal diosa madre sólo puede ser tenida por patrona local de la fertilidad, como suponen muchos antropólogos. Sin embargo, incluso en los templos de las primeras civilizaciones como el de la civilización Sumeria 3500-2350 a.C.-, la “Gran Diosa” o “Gran Madre” de veneración suprema ciertamente fue mucho más que eso; del mismo modo que en Oriente, adquiría la dimensión de símbolo metafísico, será la principal personificación del poder del espacio, el tiempo y la materia, dentro de cuyos límites todo los seres se originan y mueren; la sustancia de sus cuerpos, la que configura sus vidas y pensamientos, y que vuelve a incorporarlos en su seno tras la muerte; y todo lo que tenía forma o nombre, personificado como bueno o malo, misericordioso o colérico, era su criatura en el interior de su útero.

Hacia el final de la Edad de Bronce, y con más énfasis en los inicios de la Edad de Hierro, las antiguas leyendas mitológicas de la “Diosa Madre”, se fueron transformando radicalmente, reinterpretadas e incluso suprimidas por guerreros tribales patriarcales, cuyas tradiciones han llegado a Occidente a través de los mitos griegos y las leyendas bíblicos del Nuevo y Viejo Testamento. Dos áreas geográficas fueron las tierras de origen de esta modificación matriarcal original: los semitas, de los desiertos sirio-árabes y en las amplias llanuras europeas, la ario y la heleno - latina.

Cuando la caza y la recolección, como medio de subsistencia, es complementada con la domesticación de animales y rudimentarios cultivos; en forma paralela a esta modificación en los hábitos alimenticios de los primeros humanos agrupados socialmente, en la mayoría de los yacimientos arqueológicos no solo encontramos restos humanos como en los de épocas anteriores, sino que ahora observamos la aparición de osamentas de animales que podemos suponer eran consagrados y luego consumidos, de manera ritual, a la “Gran Madre”. Junto a estos restos osamentales también encontramos hornillos y una mayor cantidad de representaciones femeninas.

Los primeros humanos hicieron de lo femenino un culto ya que en casi todos estos depósitos arqueológicos se han descubierto infinidad de figuras femeninas destinadas al culto de lo divino, estas Venus, -entre las que se destaca la de Malta-, de marcada obesidad y desproporcionadas muestras de su sexualidad, será una de las representaciones más antiguas de la Diosa Madre.

La Diosa Madre es la primera divinidad; símbolo de la vida y de la muerte, de la fecundidad y la destrucción, omnipresente para el bien y para el mal, la “Diosa Madre” reinara en le cosmos de las divinidades en todo el mundo antiguo, antes de ser suplida, - ¿si es que alguna vez lo fue del todo?-, por las deidades patriarcales.

La representación de esta Diosa Madre encontramos en Creta como soberana de las cavernas que hay en las cumbres boscosas, representada como la “señora de las serpientes”; en Caldea será llamada Nana; serán las predecesoras de las históricas Isthar, Astarté, Artemis, Atargatis, Tanit, Isis, Sin, Hathor, Selene, Hécate, Atenea, Demeter, Cibeles, Gea, Afrodita, Rea, Juno, Diana, Melusina, Afrodita, Cerridwen, Dana, Epona, Epione, Arianrhod, Brid, Brida y muchas otras de épocas históricas cuyas representaciones varían según el lugar y la época. Así por ejemplo en Efeso Diana es negra la cabeza esta coronada por una torre, posee una cuádruple hilera de mamas sobre el pecho y todo un bestiario sobre el vientre y los costados. Cibeles posee una guardia de leones ya que ella misma antes de rodearse de fieras fue una leona.

La mitología nos enseña que a menudo la “Gran Madre” posee varias personalidades como las Parcas, las Moiras, las Gracias, las Musas o como las Erinias. Esta situación nos permite inferir que en el mundo antiguo la mujer esta asociada al culto de la fecundidad. La “Gran Madre”, “Gran Diosa” o diosa de la fecundidad tenía, un rol importantísimo dentro de los ritos religiosos domésticos; su rol dentro de la estructura social de los distintos pueblos era preponderante y también es altamente probable que durante el paleolítico los distintos agrupamientos humanos estuvieran organizados bajo la forma del matriarcado; si bien este último punto, es sin embargo discutido por muchos estudios sobre el tema. Las primeras tres de estas características, se repiten en el bagaje cultural que los turshos, -los llamados pueblos del mar-, quienes a fines del siglo XIV y principios del XIII a. C. emigraron desde Asia Menor al oeste por el Mar Mediterráneo, para encontrar nuevas tierras donde asentarse. Esos grupos humanos en su expansión, primero asolaron Egipto, luego incursionaron en las costas del espacio greco-itálico, desalojando a los pelasgos, –que significa hijo de la tierra-, un pueblo pre griego muy antiguo que llegó a habitar todo el mediterráneo oriental, hasta establecerse definitivamente en esas tierras.

La mayoría de todas estas diosas estaba servida por sacerdotes eunucos. Esa característica de los sacerdotes lo encontramos repetida en el culto de Diana de Efeso, a quines la servían unos sacerdotes llamados Megalobyzes y que sin dudas eran eunucos congénitos. En la ciudad de Hierápolis, Atargatis, también era venerada por un clero de eunucos vestidos y acicalados como mujeres a quienes llamaban Coribantes, Galos o Gallus. El culto metraico más importante de todos los que se desarrollaron en la antigüedad, que fue sin dudas el de Cibeles originario en Anatolia, era servido también por los estos mismos sacerdotes galos.

Los coribantes, galos, o gallus ejercían un culto orgiástico y glamoroso acompañado por la música estridente de flautas y salterios, en general estaban vestidos con finos ropajes, llamativos adornos, los cabellos desordenados y andar lascivo, impresionaban por su elevada altura, ayunaban semanalmente y rendían honores a la diosa todos los días. Sus adornos aunque lujosos estaban rígidamente normados en el culto. Durante el mismo a los sones de la música y la danza se flagelaban e infligían cortes con cuchillos en el cuerpo, según los cronistas de la época, el éxtasis al que llegaban con este frenesí les abría las puertas a la inspiración divina, profetizaban el futuro, interpretaban los sueños y oficiaban además de curanderos. Viajaban en hordas por los campos, eran muy respetados por la población que recurría frecuentemente a sus servicios. Para subsistir los coribantes vendían talismanes, amuletos y pociones mágicas. Asimismo pedían limosnas por lo que se los llamo Mendicantes de la Gran Madre. Algunas leyendas los confunden con los curetes

Cibeles no es cualquier diosa. Ella es la gran diosa de Frigia, con frecuencia llamada Gran Diosa o la Madre de los Dioses. Su poder se extiende por toda la naturaleza cuya potencia vegetativa personifica. Con frecuencia en Cibeles es considerada por los mitólogos griegos como una simple encarnación – o incluso como una sencilla “apelación” -, de Rea, madre de Zeus y de los demás dioses hijos de Cronos, según esta interpretación Cibeles sería la Rea venerada en el monte Cibele de Frigia. Su figura interviene poco en los mitos que han llegado hasta nosotros, siendo el más importante el de Agdistis y de Atis. La importancia de Cibeles se debe fundamentalmente al culto orgiástico y sangriento que se desarrollo alrededor de él y sobrevivió hasta una época muy tardía del Imperio Romano.

La prestigiosa psicoanalista Catherine Millot
[2] nos cuenta que el culto a Cibeles dominó en primer lugar todos los pueblos de Asia Menor, por sobre el resto de sus dioses y sus ritos. Su devoción iba asociado al de su hijo – amante Atis, que todos los años en el equinoccio de primavera moría para luego renacer. Así pues a los “Días de lágrimas” que se celebraban el 22, 23 y 24 de marzo, le sucedían, el 25 de marzo, los regocijos que marcan el comienzo de la primavera. Esta ceremonia conmemoraba la fecundidad de la tierra, después del invierno y estaba simbolizada por la resurrección de Atis. Las representaciones de madre – hijo es casi un clásico en todos los cultos metraicos, como observamos en el de Diana y Apolo, en Afrodita y Adonis, en el de Baal y Astarté, en Adbal y Atargatis, o en el de Bel y Milita. Lo significativo de estos cultos es que el hijo esta castrado. Este hecho es conmemorado por quienes sirven a las diosas imitando el gesto del hijo, durante la embriaguez y el éxtasis del culto. Como una forma de iniciación la castración – entendida aquí como una forma de sacrifico -, santifica la entrada al servicio de la diosa y representa –una vez más -, un nuevo nacimiento.

El culto de Cibeles será duramente repudiado y combatido por los padres fundadores de la Iglesia Católica del Rito Romano, pero el culto a la Diosa, sin embargo, no deja de remitirnos a varios e importantes puntos de contacto con el cristianismo, el sacrificio de un hijo que muere y resucita, una madre escindida en la figura de la Virgen y la de un Dios terriblemente cruel; ¿La Pietta no es una versión renovada de Cibeles y Atis?, ¿No hay una similitud en la dama negra de los gitanos? ¿No es posible pensar a la virgen negra de Montserrat como una nueva Diana de Efeso, – también negra - sobre un fondo de rocas faloideas? Hay que recordar que desde la edad media y hasta bien entrado el siglo XIX en Italia y en el monasterio de Montserrat, la castración de niños que integraban los coros religiosos era una constante, para evitar el desarrollo hormonal de estos y que mantuvieran la pureza de su voz. A pesar de las criticas que a esta práctica le realizan los padres fundadores de la Iglesia Católica Apostólica del Rito Romano, sin embargo la castración es una práctica que se halla presente en los evangelios.

El eunequismo voluntario se repite en todas las épocas en el cristianismo, como es posible observarlo desde escritos de Orígenes; pasando por la práctica de la secta de los Valesianos; adeptos en la Iglesia de Oriente; práctica común entre los Patriarcas de Cosntatinopla; los Metropolitas de Rusia y más recientemente en la secta ruso-rumana de los Skoptzy.

Estas coincidencias, demasiadas extendidas en el tiempo y el espacio y de consecuencias profundas para ser meras casualidades; nos llevan a pensar que nos hallamos en presencia de una estructura causal, sirven para entender por que los cultos paganos fueron violentamente atacados por los primeros teólogos del cristianismo justamente en los puntos de coincidencias.

A partir de una lectura atenta de estos hechos y siguiendo las enseñanzas de Sigmund Freud y Jacques Lacan, Catherine Millot ha demostrado que estos ritos sacrificiales de castración ponen de manifiesto que el fantasma de castración es universal cuando se llega hasta el horror del acto mismo, esta tesis, a la que adhiero tendrá importancia en el análisis que trato de realizar a lo largo de este ensayo.

En ese sentido, estimo que siendo el culto de Cibeles el de la más importante deidad del espacio geográfico donde se creo y desarrollo el objeto “momisma”, en cuyo templo se acuñaron las primeras de las que tenemos noticia, cuyo culto era desempeñado por sacerdotes transexualizados y que ese objeto que la representaba a modo de sustituto simbólico para el pago de los favores sexuales a los padres de las jóvenes en Lidia, estamos en presencia de un entramado de singular espesura que me impulsaron a investigar en esta línea.

La mayoría de los estudiosos coinciden en señalar el origen de la moneda en Lidia, en tanto su desarrollo y posterior difusión se debe a la interacción de los mercaderes griegos – jónicos socios comerciales de los lidios. Fue en las colonias griegas de las islas Jónicas y en los puertos comerciales diseminados por las costas de Asia Menor donde apareció hacia el siglo VIII a.C., las primeras formas monetarias que eran piezas de diversos metales que, de acuerdo a su peso fueron utilizadas como unidad de medida de valor, que pronto fueron propaladas por todo el ámbito de influencia del mundo griego.

La extensión del comercio en el ámbito de los mares Mediterráneo Jónicos y Negro, por comerciantes griegos que fundaban y establecían factorías y puertos en las costas de esos mares, junto al uso y extensión de la moneda en las relaciones económica –por un lado -, y el desarrollo de la vida en la polis –por el otro -, son las transformaciones más importantes que se llevaron a cabo en el mundo helenístico y marcan un punto de inflexión en las relaciones sociales del mundo antiguo.

En la etapa pre monetaria la valoración de los objetos con fines de intercambio comercial, sé hacia teniendo como elementos referenciales básicamente el ganado, ciertos animales domésticos como cerdos y gallinas, o bien utensilios para fines sacrificiales como hachas de doble filo o “labrys”, anillos, calderos y trípodes para el culto y por último lingotes de metal precioso que eran valorados por su peso en estáteros o en minas, y contadas en dracmas u óbolos.

Es Herodoto (I-94) quien atribuye la existencia y utilización de moneda en las ciudades del reino de los lidios, en el siglo VII a. C, cuenta que ellos concibieron los juegos de azar y de mesa; realizaban otros atléticos en honor a sus dioses y que además fueron los que desarrollaron el comercio a menudeo.

Lo novedoso y significativo con relación a este pueblo como señala en su trabajo Jean Françoise Lyotard
[3] radica en el hecho que entregaban sus hijas a la prostitución con el fin de aumentar su patrimonio.

Usar la moneda desde una perspectiva mercantil, para la venta y la adquisición de bienes y al mismo tiempo entregar a sus hijas a la prostitución, para incrementar su patrimonio, pone en toda su extensión el carácter libidinal que la moneda pasa a adquirir desde entonces.

Lidia era un reino asentado en el interior de la Anatolia, su capital era la ciudad de Sardes, que estaba edificada sobre la orilla del río Pactolo, que arrastraba arenas auríferas. Las monedas de los lidios eran acuñadas en ese metal por los sacerdotes del templo de Cibeles, que se hallaba junto a ese río y del cual hoy aún quedan restos arqueológicos.

El rasgo distintivo de esta moneda era el emblema del reino que se asocia a la diosa y que se graba a las mismas. Esta representación era la cabeza de un león coronado de torres. Este símbolo estaba relacionado con la representación del culto a la diosa Cibeles que era llamada también “Madre de los Dioses” o la “Gran Madre” a la que se la representaba bajo la forma de una mujer cuya cabeza estaba coronada por torres, sobre un carro tirado por leones, acompañada de curetes, coribantes, dáctilos y por los herreros artífices del metal.

El culto de Cibeles estaba muy extendido en toda la zona de Asia Menor y se lo relaciona con la fecundidad y al matrimonio, y su rito poseía ribetes orgiásticos. La personalidad de la deidad a veces estaba oculta detrás de la representación hermafrodita de Agdistis, que todas las tradiciones concuerdan en presentar como el amante de Atis después de su mutilación. Su culto de características marcadamente orgiásticas y muy sangriento no llego a implantarse en Grecia durante la época clásica por que los helenos refinados y afectos a una estética de la belleza lo consideraron repugnante con su forma de vida, y solo pequeñas comunidades de mercaderes frigios y lidios y los esclavos celebraban el culto de Atis. El mismo había adquirido tanta difusión que durante el transcurso de la segunda guerra púnica, un oráculo romano había vaticinado el triunfo de las legiones romanas si ganaban los favores de la Gran Mater Idæa. A partir de este hecho, su culto fue introducido con gran pompa en la ciudad de Roma; llegó a ser tan popular que el Senado Romano en el año 204 a.C. resolvió traer del santuario de Pesinunte, - que también recibía el nombre de Pesino-, la “piedra negra”, – aparentemente un trozo de meteorito -, que simbolizaba a la diosa y dispuso la construcción de un templo en su honor en una de las laderas del Palatino. A partir de este hecho su rito se propaló por toda la cuenca del Mediterráneo. Los sacerdotes de la diosa, - que recibieron indistintamente el nombre de galos o coribantes-, sin embargo continuaron siendo frigios y lidios, ya que la autocastración era castigada como un crimen capital entre los romanos. Por eso se puede afirmar que en Roma se veneraba a Cibeles y no a Atis durante la republica y buena parte del imperio. Muchos años después las ceremonias rituales para venerar a la diosa llegaron a congregar tantos devotos, eran tan multitudinarias las concentraciones en su honor, significativas y fastuosas las ceremonias de su culto que el emperador Claudio intenta convertir al mismo en una de las religiones oficiales reconocidas por el Estado a fin de instrumentar la unificación política del imperio sobre la base del mismo culto; para ello ordeno reformar el calendario religioso, incluyendo también las fiestas de Actis, pero dispuso que los sacerdotes frigios dependieran de un Archĭgallus o jefe de sacerdotes de origen romano, que a diferencia de los sacerdotes frigios conservara su integridad corporal y que dependiera políticamente del Senado, para intentar de esta manera controlar la situación y moderar el proselitismo de los coribantes, que al propagarse comenzaba a tener muchos imitadores ya que el culto concitaba el favor de las mujeres y los libertos. Estaba su culto tan extendido que la comisión de juristas convocada por Justiniano que compilo las normas jurídicas en el Corpus jus civilis, hizo de la castración un crimen capital y en consecuencia gravo a los coribantes eunucos con el mismo impuesto que a las prostitutas el trĭbŭtum capĭtis; de esta manera se intentaba que la autocastración sacrificial fuera sustituida por el rito del taurobolio, -el sacrificio de un toro joven-, similar al que se realizaba en el culto de Mitra, sin lograr, - al parecer -, que los seguidores de la diosa olvidaran su culto.

Bajo la dinastía de los Mermnadas, inaugurada por el rey Giges, el reino de Lidia, conoció un período de esplendor muy importante pese a sufrir el acoso constante de las hordas cimerias. Durante los siglos VII y VI a.C., todas las distintas aristocracias que gobernaron este reino mantuvieron relaciones extremadamente lábiles e inestables con las ciudades y colonias griegas minorasíaticas. Esta inestabilidad se manifestaba en forma constante y oscilaba entre la abierta enemistad y la guerra, y el comercio. Así, durante los periodos de estabilidad, amistad y comercio, la opulenta aristocracia comercial griega asentada en las colonias del Egeo y del Mediterráneo que aspiraba a extender su influencia comercial y buscará halagar y complacer a gobernantes y comerciantes lidios mediante la realización en los templos de sacrificios a sus dioses – principalmente Cibeles -, y una serie de ceremonias de homenaje y de amistad bajo formas ritualizadas, en las que el intercambio mutuo y recíproco de regalos, joyas y otros objetos valiosos era la exteriorización ostensible de signos de perdurabilidad a futuro de la misma. Para demostrar el alto valor que adquiría en la sociedad lidia esta práctica realizada por los griegos, los monarcas y la aristocracia lidia realizaban importantes aportes en metálico acuñado en los templos de las deidades griegas.

El sacrificio se refiere generalmente a la matanza de ciertos animales o a la destrucción de objetos materiales en el marco de alguna práctica religiosa, por parte de un poderoso, quiero decir la destrucción de objetos era realizado por el poseedor como una forma de demostrar su poder, de allí que siguiendo el pensamiento desarrollado por George Bataille me anime a sostener que el problema de la actualidad no es la escasez sino la abundancia. Sin embargo la antropología se ha encontrado con muchos escollos a la hora de definir la cuestión en ese sentido se entendió que al hablar de sacrificio se hablaba también de toda oblación incluso vegetal.

Como señalamos antes los sacerdotes frigios sacrificaban una parte de su cuerpo para servir a la Gran Mater Idæa o Diosa Madre a la que veneraban. Para diferenciar el sacrificio de sangre, se suele hablar de “ofrendas” y no siempre se puede diferenciar el “sacrificio de la “ofrenda”.

Entrando de lleno en la materia de este trabajo prefiero hablar de ofrenda de tipo sacrificial, ya que allí los hombres, - en este caso miembros de la opulenta aristocracia comercial griega-, entregan algo valioso, - monedas, joyas, o “Labrys ”-, como práctica sacralizada de amistad duradera hacia otro hombre que se quiere homenajear, - en este caso un rico comerciante lidio-, al que se le quiere demostrar una señal de amistad que se espera perdure en el tiempo bajo la advocación de una diosa en el ámbito del santuario de la misma. Para finalizar ambos entregaran a los sacerdotes de las deidades objetos de valor reconocido y mensurado por estos mismos sacerdotes, – monedas que representan la diosa misma y que son utilizadas en los ritos -, como retribución por su gestión. Este objeto votivo comenzará a tener múltiples usos ya no sólo relacionados con la faz comercial sino con el fin de pagar ejércitos, comprar bienes suntuarios y ascender y dominar socialmente. .

A partir de esta práctica nacerá el “emporion”. El “emporion” surge, sobre todo, como un espacio ubicado dentro del conjunto del templo, pero no dentro del santuario mismo, sino que ha sido habilitado en sus adyacencias por los sacerdotes mismos, que al oficiar de receptores de las ofrendas votivas gozaban del respeto mutuo de parte de ambos “socios”, y eran tenidos en alta estima por ambos. Será pues este lugar un espacio neutral dentro del conjunto del templo, como mostraría el de Náucratis, ubicados en el delta del Nilo en Egipto, y que fuera descrito por Heródoto y otros como el santuario de Afrodita. En este caso será nuevamente Heródoto el que aclare algo al respecto y nos dé la certeza sobre los alcances de esta práctica de ritos sacralizados de amistad, cuando asegura que en Egipto fue el faraón Amasis, el que entregó a los griegos tierras para que erigiesen allí sus santuarios y un “emporion”.

Es decir que el “emporion” es una especie de territorio neutral dentro del conjunto del templo pero no del santuario en sí mismo, para que dentro del mismo se puedan desarrollar los intercambios ya más comerciales. Concilia pues, los aspectos heredados de las formas de intercambios anteriores propios de los ritos atávicos, a la vez que incluye nuevos elementos a los mismos, destinados a tener un amplio futuro con el tiempo y a transformarse en el lugar de los intercambios.

Esta práctica constante realizada bajo la advocación de los dioses no solo beneficio a los comerciantes griegos y a sus socios lidios y fenicios, sino que con el tiempo introdujo modificaciones en las costumbres y los hábitos culturales de los griegos, producto del choque cultural de ambas civilizaciones, al punto que la abocine desempeñarán un rol crucial en esta cultura.

Las modificaciones culturales en el mundo helénico fueron tan importantes y significativas que algunos pensadores como Jenófanes señalaron que el uso de la moneda, se había transformado en un elemento disolvente de la sociedad griega, ya que los comerciantes, marineros y viajeros griegos, frente al esplendor y la magnificencia del estilo de vida que llevaban los lidios, pronto acuñaron la expresión “lujo asiático” para definir la extravagancia de los placeres que cultivaban en ese reino las clases acomodadas, el uso de perfumes y ropa confeccionada en seda productos que eran traídos desde el lejano oriente estaba extendido en la sociedad, al igual que la ejecución de música durante los banquetes y los juegos públicos. Herodoto señalaba que el monarca lidio Creso y su corte, fue el símbolo vivo de la opulencia. Algunas fuentes atribuyen al rey – tirano Fidón de Argos, la introducción en el Peloponeso de un sistema de pesas y medidas para unificar el comercio y las primeras acuñaciones argénteas; sin embargo esto es más bien poco probable, aunque la tradición da cuenta del fomento al comercio durante el período de la tiranía.

La extensión del comercio influirá notablemente en la cultura helénica, ya que incorporación de la moneda en sus transacciones, significará que el objeto moneda deje de ser un objeto de sustitución de sacrificios para ser un elemento al servicio del desarrollo el comercio y permita la acumulación de riqueza, los fastos, el lujo y un marcado hedonismo en su vida cotidiana

Los hallazgos arqueológicos del Artemison de Éfeso confirman el nacimiento y expansión de la moneda en el área de influencia comercial lidia-jónica. Las primeras formas monetarias eran simples glóbulos metálicos sin marca alguna y eran depositadas en los templos como una ofrenda a los dioses. Las ofrendas en los santuarios eran cuantificadas por los sacerdotes de acuerdo al material, - ya sean estas oro, plata, hierro, bronce -, o por su peso. Las primeras monedas ya propiamente griegas se realizaban de una aleación de oro y plata llamada electrum, muy pronto en todo el espacio geográfico comercial y cultural del Mediterráneo se generalizará el uso de la moneda que en honor de la diosa Afrodita Urania
[4] se acuñaba en la isla de Egina, ya que esta isla era un importante centro comercial con influencia en todo el mar Egeo. Se sabe que este enclave comercial se había originado a partir del importante santuario construido en honor a la citada diosa. Por esta razón las monedas allí acuñadas llevarán representada la imagen de una tortuga marina, una de las formas de representación de la diosa. Esta moneda poco después cedió su preponderancia comercial a dracmas atenienses.

Las primeras monedas utilizadas en el mundo griego eran de tipo imaginario, estaban relacionadas con el culto a las divinidades y como señalamos antes y desarrollaremos más adelante eran sustitutivas de las primitivas ofrendas sacrificiales, eran medidas de peso y de medida: como el tálenton, en latín tălentum (talentos), que equivalía en algunas ciudades del Peloponeso a unas 60 mná (minas), en tanto en Roma llegaron a tener un valor de unos 100 ases, y eran conocidas en todas las regiones con el nombre de magnun tălentum (talento grande); en tanto las de unidad eran la mná tenía un valor de unas 100 drchma (dracmas).
En el mundo griego las monedas forman parte de los rituales religiosos y al igual que Lidia, no son emitidas por las autoridades de las Ciudades – Estado, sino por los sacerdotes del templo de la diosa Hera Lakinia, que dentro del culto helenístico era la madre de todos los dioses, llegando en algunos casos a ser más venerada incluso que el propio Zeus. Esta situación nos orienta a pensar que la relación entre sacrificio y economía están íntimamente ligados en el mundo antiguo ya que es el templo el lugar de circulación de las mercancías y del dinero. Los sacerdotes a partir de las operaciones comerciales que realizaban eran personas inmensamente ricas, que vivían de rentas y por las elevadas ganancias económicas que obtenían hasta llegaban hasta arrendar el cargo de sacerdote. Se puede suponer con un cierto margen de error acotado que durante esas épocas los templos poseían considerables existencias de mercaderías, provenientes de las ofrendas y de las “comisiones” por almacenamiento que cobraran de silo, corrales y barracas que dependían del templo, de esa forma se fueron transformando con el correr de los años en centrales cuasi bancarias que otorgaban préstamos e hipotecas.

Las imágenes grabadas en las monedas antiguas no dejan dudas en cuanto a remitirnos a la idea del culto sacrificial, y a una progresiva sustitución del sacrificio humano por el de animales sagrados. En muchas de ellas es común observar animales fantásticos como grifos o esfinges, de esta manera podemos ver como las monedas acuñadas en Eleusis poseen la imagen de un puerco, que era animal sagrado del culto de Deméter; del mismo modo encontramos la imagen de las vacas consagradas al culto de Hera presentes en las diadracmas de Eretria. Con respecto a la moneda acuñada en el templo de Afrodita Urania de la isla de Eginia, conviene recordar que tanto la carne como los huevos de la tortuga marina eran tenidas por afrodisíacos por estas sociedades, de ahí que en este caso podemos encontrar una relación entre fecundidad y moneda. El búho que representa a la diosa Atenea protectora de todas las ciudades y en especial de la de Atenas se encuentra grabado en las emitió esa ciudad. En tanto las abejas del culto de “la diosa madre señora de los animales” o sea la diosa Artemisa, están presentes en las de Éfeso. Estos son tan sólo algunos ejemplos que he de exponer aquí para poder desarrollar las ideas antes señaladas.

Es decir que el objeto moneda aparece como un componente del ritual de una diosa del oriente próximo, a la que los miembros de la aristocracia comercial griega realizan ofrendas en el marco de ritos de amistad que se realiza entre miembros de las aristocracias comerciales griega y lidia, termina por ser llevada a Grecia y cuyo culto se integrará dentro del universo de las deidades allí adoradas.

La arqueología y la antropología han sido fieles aliados en la tarea de correr los primeros velos de estos hechos remotos, ya que de esta forma ha sido posible observar tanto en las ruinas de las ciudades, palacios y templos, como en los documentos escritos que se conservaron, la existencia de una auténtica burocracia administrativa relacionada con el mundo sacerdotal que controlaban no sólo lo que sucedía en el palacio y en el templo; sino todo lo que acontecía en el territorio: la cantidad de cultivos, la producción artesanal en las ciudades y las relaciones económicas entre los ciudadanos.

Es a partir de los relatos históricos de Homero, que podemos atribuir el invento de la moneda a los lidios y señalar que fueron los comerciantes y marineros griegos los que expandieron su uso sacrificial en los templos primero, luego en los “emporion” de las colonias y ciudades griegas expandidos por las costas de los mares, para por último después generalizar su uso entre sí primero y luego extenderlo entre las otras colonias con las que tenían contacto como las fenicias, es decir, a todo el universo comercial de esa época. De esta manera observamos como a comienzos del siglo VI a.C., la isla de Egina que tenía gran dinamismo mercantil ya que los comerciantes eginetas eran los distribuidores de cerámicas y elementos de lujo elaborados en otros lugares con destino a Lidia, emitió sus primeras monedas de plata con la imagen de una tortuga marina que representa el culto de Afrodita Urano, siguiendo de esta manera el patrón de los lidios que acuñaban las suyas con la representación de Cibeles. Durante la misma centuria otras metrópolis que experimentaron auge en sus actividades comerciales emularon a Eginia y emitieron sus propias monedas, como el caso de Corintio que tenia acuñada la imagen de Pegaso un mítico caballo alado, que era venerado por el pueblo de esta ciudad ya que según la leyenda después de nacer se había puesto a disposición de Zeus y voló al Olimpo llevándole el rayo.

Siguiendo esta línea argumental observamos que la polis de Atenas, que poseía las minas de plata de Laurión, -pero que arrendaba su explotación a ricos comerciantes provenientes de Tracia-, acuño monedas de ese metal, con la imagen de un búho, que era la representación de Atenea, su diosa protectora. Toda la emisión monetaria griega de esa época comenzó a estar ligada al culto de las divinidades femeninas y su propalación por el espacio del mediterráneo es atribuida al apogeo comercial de las ciudades más adelantadas culturalmente de Asia Menor. De esta manera si bien se puede sostener que reinaba una suerte de anarquía monetaria, las ciudades de mayor peso comercial ejercieron una suerte de hegemonía y las monedas de las más prósperas se imponían sobre las de otras más pequeñas o menos importantes en las operaciones comerciales.

De esta manera las imágenes de las deidades acuñadas en la faz de las mismas delataban no solo su origen, sino también la situación social dominante de donde provenían ya que esas imágenes se relacionan con los instrumentos del culto como el hacha bipenne o “labrys”, el trípode o con la representación de sus dioses o los animales votivos para cada una de ellas.

Siguiendo las ideas expuestas en el trabajo de un prestigioso numismático
[5], cuando inicié la escritura de este texto me incline a pensar que a principios de esta época, las distintas monedas que circulaban no fueron emitidas como un instrumento tendiente a propalar el comercio en sí mismo, actividad que de por sí estaba ampliamente desarrollado por los griegos y sus distintos socios comerciales lidios, frisios, bitinios, paflagonios, pontos, colquidos, panfilios, cilicios, carios, misios, egipcios, tripolitanos, numidios, celtiberos, ligios, celtas y fenicios, a partir de un extendido y sólido dispositivo de instalaciones portuarias y colonias comerciales establecidas en las costas de los mares Mediterráneo, Jónico, Adriático, Egeo y Negro, sino que, en sus orígenes, el desarrollo y la difusión del objeto moneda, – llamada momisma por los griegos -, estuvo relacionado con la necesidad que tenía todo este profundo, diverso y extremadamente complejo e inestable universo comercial de hacer y recibir pagos en metálico y al tiempo, obtener beneficios en estas operaciones.

Ahora bien, la temprana aparición de la moneda en los espacios de los santuarios, como lo demuestra el caso emblemático de los registros hallados en el templo de Artemisia de Éfeso, nos podría señalar que la misma esta relacionada con otra faceta de la intrincada relación intercultural existente en el Mediterráneo oriental, ya que al tratarse de objetos valiosos, que por ello mismo se depositan como ofrenda, junto con otros artículos apreciados y de alto valor, demuestra que existió una sustitución de objetos sacrificiales en el culto a los distintas deidades; es decir que a lo largo de varios siglos se dejo de sacrificar a seres humanos, – niños y vírgenes -, por animales primero; y con el tiempo a estos últimos por objetos votivos.

La moneda adquiere a partir de ahora otra dimensión ya que este objeto acuñado, distribuido, entregado como ofrenda a los dioses y por lo tanto atesorada en el templo puede ser solicitado en préstamo por los administradores de la Polis, tal como lo hizo Pericles quién realizó el pedido de seis mil talentos de plata para el pago de los ejércitos mercenarios, o para la construcción de nuevos templos y edificios públicos. Pero será con la perdida de la centralidad del mundo rural y el desarrollo de las ciudades; cuando la posesión de extensiones de tierra aptas para el cultivo de cereales, viñedos y olivares como símbolo de riqueza, que el uso de la moneda se extendió a otras dimensiones relacionadas, ahora no ya solamente, con el culto sacrificial sino con la extensión de economía cultural a otra eminentemente política.

Cada ciudad del ámbito del Mar Mediterráneo, que será llamado Mare Nostrum luego de los romanos, tenía su propio patrón monetario aunque sobresalían dos: la dracma y la estátera. En tanto en las colonias griegas de Asía Menor circulaba el siclo. Un siglo después su uso se extendió a Ninive y Babilonia, para esa época se supone que los persas bajo el reinado de Darío I imitaron la costumbre de los lidios y emitieron la Dariaca de oro que en griego era la Dareikos, sin embargo los fenicios no la usaban antes de las guerras Médicas, pero alrededor del 550 a.C., es decir a partir del choque civilizatorio y comercial con el mundo griego también incorporaron su uso como medio de pago.

Alejandro Magno entre el 334 y el 326 a.C. extendió su uso a Bactrania y la India. Para esa época su uso se extendió a las ciudades hebreas. También sabemos que los chinos usaron un tipo de moneda de diseño diferente que extendieron con modificaciones a Japón y Corea.

Moneda y Sacrificio

A mediados del año 1992 será un texto de Germán García
[6] el que me acerque a esta cuestión. Monēta es uno de los sobrenombres que recibe la diosa Juno. En la primitiva Roma se la conoce como la “avisadora” o “la que aconseja”. Según cuentan los mitos y leyendas elaborados por los primitivos habitantes de Roma, el tempo de la diosa Juno Monēta estaba ubicado en la cumbre septentrional del monte capitolio, y junto al mismo, se criaban unas ocas sagradas reservadas para el sacrificio. Una noche esos animales dieron aviso con sus graznidos, cuando una horda de celtas senones se aprestaba a tomar la colina del Palatino para lanzar un ataque sorpresivo contra la ciudad, según la leyenda en el año 390 a.C. Otra fuente señala que las ocas en realidad preservaron con sus graznidos el rapto y la virginidad de las vestales que allí moraban y que iban a ser secuestradas por los celtas senones. Otros comentaristas relatan que en ocasión de la guerra contra Pirro, los romanos consultaron al oráculo de Juno temiendo que les faltase dinero para costear la empresa militar. Esta les respondió que nunca carecerían de dinero si regulaban sus guerras de conformidad con la justicia. En agradecimiento a esto los romanos decidieron que la acuñación de la moneda se haría en el templo de la diosa, bajo los auspicios de la misma. Para otros autores, Monēta es la diosa “distribuidora o adjudicadora”, que mide con la balanza y con el collemĭn o la vara, los símbolos de su actividad que serán grabados en las primeras monedas que circulan en Roma, la parte de los dones que le corresponde a cada individuo –según la leyenda-, en los banquetes sacrificiales públicos.

Sea cual fuere la historia, ya que hay otras interpretaciones, lo cierto es que el templo en honor de la diosa se construyó en la colina nordeste del monte Capitolio, popularmente conocido como la fortaleza; fue honrado en la guerra contra los auruncos, – un antiguo pueblo que habitaba el Lacio y que estaba emparentado con los ansones, los volscos y los acuos; estos pueblos que hablaban una lengua muy similar al latín fueron dominados por las legiones de Roma en el 314 a. C.-, por el dictador Furio Camilo, en el 409 a.C., y consagrado a la diosa un año después.

Juno es una diosa polifacética que tendrá una gravitación central en el culto pagano romano; así por ejemplo Juno Caprotina velaba por la fecundidad; en tanto Juno Lucina lo hacia por el alumbramiento, la castidad de las mujeres, los ciclos menstruales y es adorada como diosa del matrimonio, por último finalmente una de sus formas Juno Regina protege a la ciudad. Que las primitivas monedas romanas se acuñaran en el lucus sacer, o sea en el templo consagrado a esta diosa y su emisión ordenada por el Estado no estuviera bajo su tutela sino bajo la de los sacerdotes de ese templo, denota el carácter sacro de la cuestión confirma nuestra primera hipótesis.

Según esa interpretación el vocablo Monēta, dará origen a las palabras monneire, moneta, moneda, moeda, money y münze, que son una clara desinencia que persiste en la mayoría de las lenguas del espacio europeo y nos remite siempre al mismo objeto.

Que en la antigua Grecia la moneda estuviera emitida y controlada por los sacerdotes del templo de Hera Lakinia y que fuera dinero del templo son un ejemplo de la que la moneda desde la arcadia antigua denota su intima relación con lo sagrado. Esas monedas tenían grabada la imagen de Zeus Liceo. El templo de Hera Lakinia se transforma así en el mayor centro de la circulación dineraria del mundo heleno. Como señalamos antes Hera es la diosa madre venerada por los antiguos pegastros, que garantiza a los hombres la fecundidad de la tierra, su representación es una vaca, animal que es adoptado por los griegos como su animal sagrado.

En el templo de Juno sólo se emitían monedas de alto valor, y en la entrada del templo existía una especie de pequeño bazar que trocaba vacas votivas por otros productos de la tierra y mercaderías de diverso origen y tipo, las que al término del ritual eran recogidas nuevamente por los sacerdotes para ser intercambiados al día siguiente por otros productos. Esta sencilla operación comercial como las que relate antes, les permitía a los sacerdotes acumular cuantiosos objetos materiales que comercializaran en forma dineraria con el correr del tiempo.

El uso de la plata como material para la confección de algunas monedas esta relacionado con la luna ya que la misma posee una estrecha relación con la proyección de la estructura libidinal humana sobre la reproducción material de la sociedad. Desde la más remota antigüedad determina el tiempo de la reproducción humana; ya que está intrínsecamente relacionado con la menstruación de las mujeres y con los períodos de fecundidad y de esterilidad en el cual es posible el comercio sexual sin el problema de la descendencia, es decir lo libidinal no sacro.

Menstruación es aquello que se puede mensurar y la palabra mes, mesura, medida, y luna llegan a ser una misma cosa. Hay que observar que el vocablo alemán Monat, que significa mes deriva de la voz Mond, que significa luna. Hoy mismo muchas tribus africanas de Eritrea, Abisinia Madagascar, Zanzíbar y Arabia, como asimismo grupos nómades de las estepas de Asía aún hoy aprecian y aceptan los antiguos táleros de plata austriacos con la esfinge de la emperatriz Maria Luisa, por el valor simbólico atribuido a la luna y a la plata y su relación con la fecundidad.

Del mismo modo encontramos en África una gran cantidad de culturas que utilizan la sal como medio de intercambio, en griego la expresión hals, puede ser utilizada para designar tanto al agua como a la sal. Este elemento era central en los sacrificios en Egipto, Grecia y Roma, en esas culturas la elaboración de panes sacrificiales incluía la sal, los rituales de purificación utilizaban el agua y la sal, práctica que es mantenida hoy en día por el cristianismo mediante el agua bendita. Del mismo modo, en la fe judía la sal es utilizada durante el rito, como lo indica el precepto del Levítico 2, 13, que señala “… y sazonarás toda ofrenda de tu presente con sal; y no harás que falte jamás de tu presente la sal de la alianza de tu Dios”. La sal, denota la ambivalencia de todas las relaciones sociales conformadas mediante sacrificios ya que tiene una acción depuradora y conservadora pero al mismo tiempo ella misma –la sal-, es sucia. Del vocablo sal derivan unas cuantas palabras: sale, que en francés significa sucio; de saltus proviene la inglesa saltier de la que derivan el sustantivo salt: deseo sexual en los animales, y el adjetivo salt: lascivo. En toda la mitología antigua la sal ocupa un lugar central; no solo corrobora los acuerdos entre las personas, sino que las protegía de las acechanzas y los peligros del mundo terrenal como asimismo era un elemento central dentro del culto a los muertos. Los egipcios la usaban dentro de sus técnicas de embalsamamiento y en el resto de las religiones se cubrían los cuerpos con sal para protegerlos de los malos espíritus y sus influjos. Tenía pues una función mágica. Era útil para exorcizar toda suerte de conjuros. Los beréberes y abisinios cuando quieren mostrar su amistad convidan a lamer panes de sal. En muchas culturas la sal no sólo es usada para pagar el precio de la novia, precio con el que se renuncia al incesto, sino que además ocupa un lugar central en el rito de la boda ya que la sal es sinónima de potencia viril y de unión para el matrimonio. En el Egipto antiguo como en gran cantidad de pueblos africanos se acostumbra tirar sal después del rito de la circuncisión.

La sal ocupa junto con el pan y la carne, lugar central en las comidas sacrificiales del mundo greco-latino que representaba la base de la vida social. Se sacrificaba un bovino, previamente consagrado a los dioses.

La carne es la parte más noble del banquete y sólo de ella reciben los dioses su parte, es decir no se les ofrece pan. Es decir la carne y el pan ázimo –con sal y sin levadura- para los humanos y la grasa, los huesos y la humareda para los dioses. Cuando el festín se realizaba en el templo y no en la casa la costumbre mandaba que se les pagase una suma de carne a los sacerdotes.

En los festines la distribución de la comida entre los comensales es la parte más importante y si el asado sacrificial es realizado por algún órgano del estado, la comida se llama dais o sea distribución. Los trozos de carne ofrecidos a los comensales denotan su grado de importancia en el seno de la sociedad, su grado de poder, su nivel de influencia y el aprecio que denota su persona. Toda esta liturgia se repite asimismo a continuación de los juegos deportivos, en los cuales el vencedor recibe la mejor porción de carne.
Esas porciones de carne eran trincadas en delgadas varillas de hierro que recibían el nombre de obeloi. De allí que se pueda sostener que el óbolo, era la unidad monetaria más antigua de la que tiene conocimiento, que además persistió como unidad monetaria hasta finales de la edad media. Ahora bien, los banquetes sacrificiales como los torneos deportivos, devienen del culto a los muertos que formaban la conciencia económica y la praxis de la sociedad antigua. La porción de carne empanizada que se entregaba en los banquetes, recibía el mismo nombre que el asado sacrificial: pelanos, ese nombre perdurará para nominar el pago de impuestos, cuando la moneda sustituya definitivamente al ganado. Los festines se realizaban en honor a los dioses y el calendario religioso variaba de una ciudad a otra. En esos días se invitaba a la familia, los clientes y los amigos para asistir al sacrificio que se iba a realizar en el lar familiar, suplicando a los mismos para que concurriesen y homenajearan a los dioses. De esta manera se realizaban festejos el primer día del año y el primer día de cada mes, sacrificando un cerdo en honor a los genios que protegían la morada, el llamado “Lares penates”. Que el asado sacrificial realizado en honor a los lares recibiera el nombre de “asses” y que la unidad monetaria en Roma haya sido el “as” es otro hito en el sentido de nuestra hipótesis.

La sal no sólo formaba parte del asado sacrificial en el mundo greco – romano, sino que además, era importantísima en el culto a los muertos, - tanto en Grecia, como en Roma, como así también en la mayoría de los pueblos bárbaros y celtas -, los ritos del entierro, la preservación y el embalsamamiento de los cadáveres y en las artes de conjurar el mal, fueron una constante que incluso es posible encontrar en algunas sexuales directamente reprimidas en la comunidad como en la naturaleza.

Diversas formas dinerarias del pasado y el presente nos remiten a la sal. El cuarto y el octavo el Heller, llevan ese nombre porque fue acuñado en la ciudad suaba de Hall, que en tiempos pre romanos antiguos fue una colonia celta donde se extraía sal. A los legionarios romanos se les pagaba con sal, de allí la denominación sălărĭum a su paga, de la que derivan la francesa salaire y la alemana salär. En todo el centro y oriente de África abunda el pago en sal y es posible distinguir entre la sal cortada en grandes panes que se utiliza para el comercio a la que se denomina amolie, de aquella que se consume y recibe el nombre de sham.

Una situación análoga sucede con los caparazones de moluscos que se encuentran en gran cantidad de depósitos arqueológicos y que son utilizados en ritos funerarios o como parte del pago del precio de la novia en las culturas de los pueblos del pacífico sur. El caparazón de los moluscos es asimilado a la vagina y como en los casos anteriores hay una íntima relación entre lo femenino y el dinero.

Otra visión señala que la moneda en Roma se impuso entre fines del siglo IV a.C., y a comienzos del III a.C., una época relativamente tardía si la comparamos con su implantación en Grecia; según algunos estudiosos el vocablo moneda deviene etimológicamente del vocablo griego monos que significan gobierno o ley; de acuerdo a esta interpretación que encuentra fundamento en la Política de Aristóteles nos dice que este objeto recibió su nombre de la palabra que significa ley – o sea momos-, ya que como este objeto no existe como tal en la naturaleza, y su existencia real deberá estar garantizada solamente por una ley y en consecuencia dependerá de los hombres cambiarla y hacerla útil.

A mediados del bajo imperio los romanos abandonan la concepción sacrificial que habían construido los griegos sobre el objeto moneda, y conceptuaran a la moneda -, según criterios elaborados por sus economistas y jurisconsultos como “metallum, figura et pondus”, es decir dentro de una caracterización que la acerca a la moderna de medio de cambio, unidad de cuenta y reserva de valor.

Los romanos cuando hablaban de materia se referían al particular metal con que estaba construida la moneda, sus distintas aleaciones, su valor, las características de su acuñación y las condiciones de su uso; al ser alcanzada por ley las reglas del ius gentiun se regulaba su uso, las distintas equivalencias entre ellas existían y los magistrados que intervenían en las controversias que se suscitaban. En tanto por forma definían sus características exteriores la imagen y las leyendas que poseía. Así, en plena edad media será el escolástico Isidoro de Sevilla
[7] quien sostenga en su monumental obra la Etimologías (XIV, 7) que “…la moneda posee tres características fundamentales: Materia, forma y ley. Faltando una de estas propiedades no puede hablarse propiamente de moneda”. En tanto otros, - como el respetado lingüista Joan Corominas -, sitúan el uso de esa voz en la baja edad media y señala que deriva de latín monēta que era un sinónimo de la diosa Juno “la que avisa”. Si bien ambas acepciones parecen distintas es posible encontrar un punto de coincidencia. En este trabajo he de utilizar ambas acepciones y trataré de explicar en el desarrollo del mismo que ambas definiciones no se contraponen, sino que por el contrario una reforzará a la otra.

También será en Roma en donde la moneda comenzará a sufrir alteraciones, su emisión dejará de estar bajo la “potestas” de los sacerdotes de Juno para ser un objeto que caerá bajo la orbita del Estado, cuya acuñación pasará a depender de un Măgistrātŭs Monetae, magistrado público encargado de la acuñación y circulación de las mismas.

Es importante no olvidar que en el mundo antiguo todas las monedas tenían relación con alguna divinidad y este fenómeno se repetía también en la antigua Roma pre - republicana y republicana propiamente dicho. Con la expansión de la influencia y control de amplios espacios territoriales en la actual Europa, medio oriente, Asia Menor y el norte del continente africano y la necesidad de pagar enormes sumas de dinero a los ejércitos imperiales la emisión de monedas en las distintas provincias alcanzarán ribetes fantásticos. Ya durante al época imperial las monedas pasaron a tener grabadas las imágenes de los emperadores, cuya figura también estaba asociado a lo sacro y a conmemorar batallas o conquistas por parte de las Legiæ.

El tránsito que se observa entre el esplendor del culto y la acuñación monetaria en el templo, hasta la apropiación de parte del Estado Imperial Romano en la potestad exclusiva para la acuñación en las innumerables cecas extendidas a lo largo y ancho del territorio imperial para el pago del salario a los ejércitos y la burocracia local por un lado y el que transcurre entre la tolerancia del cristianismo como una secta herética judía entre los cientos de cultos que existían al interior de los territorios imperiales, la posterior persecución que sufre cuando pone en tela de juicio la divinidad de los emperadores, hasta su consagración como religión oficial del Estado y el peso que adquirirá a través de los obispos como consejero de los generales, príncipes y emperadores en las cuestiones estaduales por el otro, son consecuencias directas..

De la moneda sacrificial a la economía política.

En el punto anterior hemos podido observar según nuestras comprobaciones como se pasa del rito sacrificial humano a un sacrificio sustitutivo de animales en el cual la moneda ocupa un lugar central como elemento socio-organizador de la vida social. Ahora tratare de explicar como se pasa de ese uso económico - sacrificial sustitutivo de la moneda a una economía política.

Con el transcurso del tiempo observemos las mutaciones que sufre el uso de las palabras. Entre las primeras comunidades griegas, romanas y germanas se sacrificaba ganado como ofrenda a los dioses y en general “ganado” y “dinero” eran palabras usadas como sinónimo, en ese sentido Homero pudo decir en la Iliada que la armadura de Diomedes costo nueve bueyes pero que la de Glauco cien. El ganado era lo que los pueblos antiguos presentaban a los dioses como ofrenda y sacrificio, expresa una relación de intercambio primario entre los hombres y aquellos; y en su imaginario era lo que les posibilitaba toda forma vida, bienestar, mejores cosechas, descendencia sana y ventura. Podemos afirmar entonces que el ganado era una especie de “moneda internacional” que circulaba en todo el espacio del mundo antiguo. Las comunidades antiguas se concebían a sí mismas como comunidades sacrificiales, esta afirmación se puede apreciar en los muchos rituales de sacrificio y en las más diversas formas que estos tomaban para lograr estos propósitos. Los hombres “pagan” a los dioses con moneda votiva los sacrificios ya que se sienten a sí mismos como deudores de estos. Los sacerdotes de los templos griegos, romanos e ilotas sacrificaban ritualmente reses de ganado, una parte de esta se comía en el banquete sacrificial, en tanto el resto de la carne era luego revendida a los carniceros de la ciudad, por los sacerdotes en su propio beneficio, como acertadamente lo señala al Paul Veyne. La utilización de los vocablos “res”, “ganado” y “dinero” fue desde entonces sinónimo, ya que como la res era aquello que se ofrecía como sacrificio a los dioses, el sacrificio en sí mismo, pone de manifiesto y demuestra una relación primaria de intercambio. Los romanos que llamaban pecus al ganado, llegaron a denominar pecunia al dinero. Así pues antes de la monetización de la economía, hemos visto que los intercambios se basaban en forma de trueque de sacos de trigo, barras de sal o bien en cabezas de ganado y así se determinaba también el “valor” de una novia para comprarla con vista al casamiento.

El hecho que los sacrificios de animales sustituyeran a los humanos no quiere decir que estos desaparecieran para siempre, ya que tenemos ejemplos de que estos volvían a reiterarse en el vértice superior de la pirámide social como en el caso de otros pueblos tan dispares como los celtas o los aztecas. La atrición del objeto moneda señala el tránsito del culto sacrificial a una economía política en la que ese objeto cumplirá un rol ordenador de la sociedad.

Hay que recordar que los lidios, según Herodoto, no solo acuñaron monedas, inventaron los juegos, vivieron fastuosamente, desarrollaron el comercio al menudeo sino que además entregaban a sus hijas a la prostitución. Señala bien Jean Françoise Lyotard, cuando señala que los lidios al prostituir a sus hijas y no a sus esposas a quienes preservan para sí en la instancia reproductora, dan un enorme salto hacia delante en el desarrollo del comercio, ya que amplían el horizonte “del mercado” con un bien preciado o sea mujeres jóvenes y como “propietarios” ellos mismos, de esos bienes. En esta operación dejará de utilizar el cuerpo femenino como una máquina para concebir y reproducir la especie y lo utilizará para conectarlo al mundo del goce pero a condición de que ese cuerpo permanezca estéril, ya que han pagado por él. El lidio indemnizara a esa mujer por medio del pago a su padre y esa moneda que vuelve a circular en el mercado de bienes. Este proceso será a su entender el anticipo del mercantilismo.

En el mundo antiguo la moneda han de interpretarse como una forma de sustitución económica de una víctima. Ya no es necesario sacrificar niños, jóvenes vírgenes o prisioneros de guerra, ahora se utilizan monedas. El sacrificio primario experimenta con el desarrollo del culto sacrificial una generalización en el trueque que en cierto sentido ha de comprenderse como sacrificio sustitutivo. Las relaciones entre sacrificio y trueque son tan estrechas que se pueden interpretar como sacrificio a la inversa, el sacrificio como trueque, pero tiene que quedar muy en claro que el punto de partida es el sacrificio y no el trueque ya que como abstracción del sacrificio este señala su generalidad.
Sin embargo las comunidades germánicas antiguas como asimismo en las orientales no se conocían estas formas societal-comunitarias productoras de bienes y servicios y en consecuencia tampoco había división del trabajo en los términos de las actuales caracterizaciones. Sólo se conocía el comercio en forma de trueque y con él, la producción de bienes nunca excedía las necesidades básicas de los productores.

Sin embargo, pareciera ser que el sesgo característico de la riqueza en el mundo antiguo romano no era la acumulación de moneda sino la posesión de tierras aptas para el cultivo, esclavos para el trabajo en las mismas, la cría de ganado y la posesión de ropa y objetos preciosos para el embellecimiento personal. Durante la época alto imperial sin embargo comenzará la idea de acumular tierra, objetos preciosos, alhajas y monedas como una forma de aumentar el patrimonio. Por otro lado como las sociedades griegas y romanas consideraban el trabajo manual como una actividad repugnante propia de las clases bajas y de los esclavos. Los griegos asumieron la actividad comercial en medio de una crisis económico - política, en para los romanos si bien no era considerado tan repugnante como el trabajo manual era una actividad reservada para los libertos, que si bien emancipados estaban obligados para con sus antiguos amos; la sociedad romana se dedica a la explotación por terceros de sus tierras bajo la forma del arriendo.

A lo largo de las distintas etapas del imperio romano las monedas fluctuaron en su valor y en las cantidades de los materiales usados para su manufactura. Sobre este tema me extenderé más adelante porque es fundamental observar y comprender como en todos los procesos a lo largo de la historia, –salvando las distancias-, se repiten fluctuaciones similares que nos sirven de ejemplo, para orientarnos en entender lo que sucede en la actualidad.

Durante los dos o tres primeros siglos antes de Cristo, muchos pueblos que estaban en contacto con las colonias griegas, fenicias, cartaginesas y romanas extendidas por toda la cuenca del mediterráneo no acuñaron moneda y utilizaron todas las que circulaban en tanto otros si lo hicieron.

La moneda en Roma tendrá otra característica. No esta relacionada con las antiguas representaciones femeninas y el mundo religioso, sino que por él contrarío para a ser el símbolo de la preeminencia del Estado Romano y de las Ciudades - Estado asociadas a este emitirán monedas en sus propias cecas.

En ese sentido se puede percibir la aparición de una concepción falocéntrica de la moneda.

En Roma las monedas no llevarán más impresas las imagines de animales asociados a la madre de todos los dioses, - abejas, delfines, búhos, atunes, espigas de trigo -, como en la antigua Grecia; sino que nos hemos de encontrar con la imagen de emperadores victoriosos o la dedicada a alguna ciudad. La inflación, la perdida de centralidad imperial, el progresivo debilitamiento de las fronteras del imperio frente a la presión pacífica primero pero terriblemente brutal de las hordas de pueblos arribados de las estepas centro asiáticas, siberianas y mongoleas a partir del año 385 d. C., cuando se produce el desastre militar y la derrota de Adrianópolis marcará definitivamente una época.

Un rápido recorrido hasta el presente

El nacimiento de los reinos bárbaros romanizados será el nacimiento de la edad media y de una nueva configuración del espacio europeo. Una infinidad de monedas de distinto tipo y composición metálica habrán de ser emitidas

Esta época es considerada una de más importantes en el desarrollo de la cultura europea, los artesanos trabajan cinco días a la semana y el nivel de vida en las grandes ciudades era muy alto, sin embargo y tal como lo explica Margrit Kennedy en su libro antes citado, las gentes no apreciaban esta moneda que periódicamente era devaluada no ya por tener una tasa de circulación sino por que tenía que tributar al fisco, es en esa época en la que hace su aparición el penique una moneda originariamente de plata, que equivalía a una duodécima parte de un chelín, durante el reinado de Carlos II hacia 1667 en ocasión de la reforma monetaria que realizó la misma fue acuñada en cobre y más tarde hacia 1860 en bronce.

Pero el oro no sustituyó a la plata como metal monetario hasta el siglo XIX cuando el Reino Unido de Gran Bretaña en 1816, luego de la victoria militar contra Napoleón y a partir de su expansión colonial y el desarrollo de su comercio exterior introduce nuevamente la monda de oro. Esta decisión será rápidamente seguida por la mayoría de los países del mundo.

Al desatarse la primera guerra mundial casi todas las naciones tuvieron que abandonar el patrón oro. Las operaciones comerciales en monedas de oro y plata fueron sustituidas progresivamente por constancias escritas la antesala al papel moneda. Luego de la segunda guerra mundial se pretendió a partir de los acuerdos de Bretton Woods, conseguir la libre convertibilidad de las monedas. Mediante un complejo sistema de revaluaciones y devaluaciones se mantenía la relación de las diversas monedas con el dólar norteamericano, hacia 1970 en plena guerra de Vietnam la administración republicana de Richard Nixon ante la necesidad de emitir una importantísima masa de moneda sin respaldo en oro para afrontar los gastos de la guerra rompió unilateralmente esos acuerdos. La crisis de los petrodólares, el salto científico tecnológico aplicado al mundo de la producción en serie y las consiguientes mutaciones en el ámbito de las relaciones del trabajo, que conllevan hacia el fin de la sociedad salarial y ha creado sociedades de trabajadores sin empleo; la revolución las comunicaciones y la informática, el atraso estructural del mundo académico que no ha estado a la altura de los acontecimientos, hoy dan forma a una sociedad planetaria plagada de incertidumbres y desigualdades que se trata de revertir desde varias opciones.

La que nosotros proponemos es una de esas formas y hace centro en el dinero. Frente a su ausencia y escasez, como los seres humanos permanentemente estamos creando pensamos que era posible suplirlo con un bono trueque emitido y distribuido por los usuarios del sistema para que a partir de la autosuficiencia productiva, el consumo responsable y el comercio justo, nos permita mejorar nuestra calidad de vida y aprovechar mejor nuestro tiempo libre.

Volviendo a los orígenes, con la aparición de la moneda acuñada como una forma de constancia de depósitos de granos en los silos o mercaderías en los almacenes administrados por los sacerdotes y poseer un medio de pago para poder realizar otras operaciones, observamos ya en año 2.500 a. C., la aparición de los antecesores de la banca privada, y de un auténtico nuevo poder al estadual, un poder que estaba detentado por los sacerdotes del tempo, un poder que actuaba en la sombras y que comienza a regular las operaciones comerciales, que acumula los dones entregados no con fines sacrificiales sino como tributo para la manutención del templo, cuyos excedentes conferirán a los sacerdotes de los templos una nueva capacidad para realizar operaciones comerciales cada vez más importantes, no sólo ya entre los habitantes de la ciudad, sino que se dedicaran a realizar intercambios más complejos y de mayor volumen con otras ciudades. De esta manera los funcionarios de los templos y los sacerdotes cambiaron el origen de su vocación y se dedicaron no ya a las cuestiones religiosas en el ámbito del mundo de los dioses y sus relaciones con los hombres, sino a otras bien terrenas relacionadas con el gobierno y el comercio de las ciudades. Un claro ejemplo característico de esta situación lo demuestra el rol que tuvieron las órdenes militares nacidas en el siglo X, como los Caballeros de la Orden del Temple. Brevemente se puede señalar que esta orden religiosa militar integrada por miembros de la nobleza francesa, si bien al principio conformaron una fuerza militar que predicaba el ascetismo y era solventada por el propio esfuerzo de sus miembros, poco a poco fue mutando hasta conformar una sólida y entramada red de monasterios y posadas para el descanso de los peregrinos a tierra santa, que resguardaba las caravanas de comerciantes de la seda, las especias y la sal; caravanas a las que proveía defensa militar ante los saqueadores de caminos, cobrar impuesto por pasar por el territorio administrados por ellos, obtener un alto prestigio entre las gentes y atesorar con el curso de los años una importante fortuna, terminaron por sellar su fin. Ya que esta situación hizo que se conforme una alianza puntual entre una monarquía desprestigiada por las derrotas militares contra los turcos selúcidas, que tenía arcas exhaustas por un lado y un papado resentido y desconfiado del prestigio ganado de estos monjes – guerreros entre la feligresía católica por el otro, terminaron por prohibir las actividades de la orden, apropiarse de sus tesoros, y asesinar a sus miembros después de penosos procesos jurídicos. Transportar, traficar, vender y comprar eran actividades que exigían una ágil circulación de mercaderes y del dinero, pero cuando la velocidad de circulación de mercaderías, mercaderes y dinero constante y sonante aumento se tuvo que recurrir a otros medios. En principio fue el préstamo pero los gravosos intereses que rondaban el 30, 40 y hasta el 50 % lo hacían desaconsejable. Este era un negocio que era realizado por mercaderes de origen judío más que italianos sobre todos lombardos o de localidades como Arrás y Cahors. Luego apareció el recurso de las tablas de intereses más bajo o banco. Fueron los cambistas genoveses los que agilizaron la cuestión proponiendo las bases de un comercio ágil y permanente. Así nació el sistema bancario. Por el recorrido de esta líneas hemos visto como las murallas de las ciudades pensadas como barreras inexpugnables cayeron una a una, no bajo los golpes de catapultas y otras armas militares de asalto, sino bajo formas de soborno que los sitiadores realizan a los defensores de las ciudades amuralladas y como una vez conquistadas las mismas los traidores sobornados podían ser discretamente ejecutados. Luego los victoriosos ocupantes se encargaban de escribir la historia de acuerdo a sus intereses bajo la forma de mitos épicos como el helenístico “Caballo de Troya” o el judaico bíblico de las “Trompetas de Jericó”. La mercadería tal como lo explica Carlos Marx, se nos presento como valor de uso y valor de cambio y a lo largo de la historia ha recibido su capacidad de sustitución en la formula capital – mercadería - capital.

Esta forma renovada de valor que adquieren las mercancías bajo la forma de dinero produce plusvalía. La moneda ha evolucionado hasta convertirse en los actuales billetes de papel moneda fiat, o sea creados de la nada y otros instrumentos paramonetales tales como los cheques al portador, obligaciones de pago diferidos, ticket canasta para la compra en almacenes, tarjeta de pulsos telefónicos, abonos pre pagos para el uso de transporte de pasajeros, etc. Pero en manos de los mismos personajes que generaron el actual orden de cosas.

En ese sentido es necesario destacar y desentrañar el carácter y sentido organizador de la moneda tanto para la economía como para la sociedad; en concordancia con ello y como lo plantean George Simmel y Max Weber, la moneda, pasa a ser un signo que da cuenta de mayores umbrales de racionalidad creciente en el seno de una comunidad.

Las distintas instituciones políticas creadas para que los ciudadanos sientan la ilusión de estar protegidos por ellas sufren el acoso de los nuevos poderes fácticos que sobornan y corrompen políticos, técnicos y jueces en forma tan o más peligrosa para la actual sociedad como en el pasado. La nuestra es una sociedad en riesgo, salir del riesgo es posible con una serie de medidas coherentes que pueden tomar los Estados locales para enfrentar la crisis.

Mi hipótesis es simple, tal como decía Jorge Luis Borges si la historia es cíclica y los hechos del pasado se nos repiten a diario, la globalización económica y el neoliberalismo, con sus efectos directos sobre nuestras sociedades contemporáneas plantea una conformación societaria que nos retrotrae a la edad media, con su mísera realidad comarcal. Para evitar males mayores a los padecidos es necesario acometer una reforma monetaria a fondo desde aquellas comunidades que se hallan más expuestas a la vulnerabilidad y los avatares de los centros de poder financiero trasnacional, esa reforma como propuesta debe estar asentada en un programa concreto que contemple sujetos dispuestos a sostener ese deseo.

Intentare explicarlo a lo largo de este texto.


Notas al pie

[1] KURNITZKY, Horst. “La estructura libidinal del dinero. Contribución a la teoría de la feminidad”. Siglo XXI Editores de s.a de c.v. México 1978.
[2] MILLOT, Catherine. “Exsexo. Ensayo sobre el transexualismo”. Ed. Catálogo-Paaradiso. Point Hors Ligne. Buenos Aires. 1984
[3] LYOTARD, Jean Françoise “Economía Libidinal”. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 1997
[4] Afrodita, es una diosa que es traída de medio oriente a la cuenca del mediterráneo por los colonos, comerciantes y mercaderes griegos primero a la isla de Eginia y luego a toda la península balcánica en donde se popularizó y extendió su culto; Afrodita es la diosa del amor, en Roma se identifica con la antigua divinidad itálica Venus. Sobre su nacimiento se transmiten dos tradiciones diferentes; ora es considerada como hija de Zeus y de Dione; ora es hija de Urano cuyos órganos sexuales cayeron al mar y engendraron a la diosa, “la mujer nacida de las olas”, o “la nacida del semen de dios”. Apenas salida del mar Afrodita, fue llevada por los Cefidos primero a Citera, y luego a la costa de Chipre, donde fue acogida por las Estaciones (las Horas), vestida, ataviada y conducida por ella a la morada de los Inmortales. En torno a ella se fueron construyendo distintas leyendas que no constituyen un mito propiamente dicho. El más importante de todos fue los que imaginó Platón, quien señaló la existencia de dos Afroditas distintas; una nacida de Urano, la llamada Afrodita Urania, diosa del amor puro; y otra hija de Dione, la llamada Afrodita Pandemo, diosa del amor vulgar. La diosa cuenta la leyenda amaba a los animales en especial a las palomas, un tiro de estas aves arrastra su carro. En tanto en Egina como en otras islas la diosa será representada con la imagen de una tortuga marina.
[5] Me refiero al trabajo de Adolfo J. Domínguez “Comercio, santuarios y moneda en la Grecia Arcaica”
[6] “Sobre el sacrificio”, García; Germán L. En “El criticón Revista de psicoanálisis y critica de la cultura”. Nº 4. Año III. Barcelona España. 1991
[7] San Isidoro de Sevilla, es un escritor español nació en la Comarca de Cartaginense alrededor del año 570 y murió en el año 636. Es la más importante figura de la cultura hispánica visigótica. Fue educado por su hermano Leandro a quien sucedió en el arzobispado de Sevilla y presidió diversos concilios de la iglesia Católica del culto romano. Su prestigio era tan importante que cinco siglos después de su muerte, en el año 1063 moros y castellanos llegaron luego de arduas negociaciones a un acuerdo para que sus restos fueran trasladados de Sevilla a León donde aún hoy esta sepultado. No se trató de un escritor con la originalidad propia del genio sino que, es quizás, el mayor compilador de todas las épocas y representa nada menos que el traslado del bagaje cultural romano a la nueva sociedad bárbara romanizada y la que sé ira construyendo posteriormente a partir de su cruce con la berebere – morisca y árabe. La más trascendental de su obra es “Originun sive Etymologiarum libri XX”, más conocidas como “Etimologías” de suma importancia para entender cuestiones como estas que aquí estamos tratando. Su impotencia en la escolástica medieval es crucial, al igual que los pormenorizados frescos de la época.

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